Cómo Rusia, China e Irán están interfiriendo en las elecciones presidenciales de EE. UU.

Cuando Rusia interfirió en las elecciones presidenciales de EE. UU. de 2016, difundiendo mensajes divisivos e incendiarios en internet para avivar la indignación, sus mensajes eran descarados y estaban plagados de faltas de ortografía y sintaxis extraña. Estaban diseñados para llamar la atención por cualquier medio necesario.

“Hillary es un Satanás”, decía una publicación rusa en Facebook.

Ahora, ocho años después, la injerencia extranjera en las elecciones estadounidenses es mucho más sofisticada y difícil de rastrear.

La desinformación procedente del extranjero —sobre todo de Rusia, China e Irán— ha madurado para convertirse en una amenaza constante y perniciosa, a medida que los países prueban, repiten y despliegan tácticas cada vez más sutiles, según funcionarios de inteligencia y defensa de EE. UU., empresas tecnológicas e investigadores académicos. La capacidad de influir incluso en un pequeño grupo de estadounidenses podría tener enormes consecuencias para las elecciones presidenciales, que las encuestas en general consideran una contienda que va empatada.

Rusia, según las evaluaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses, pretende reforzar la candidatura del expresidente Donald Trump, mientras que Irán favorece a su oponente, la vicepresidenta Kamala Harris. China no parece tener un resultado preferido.

Pero el objetivo general de estos esfuerzos no ha cambiado: sembrar la discordia y el caos con la esperanza de desacreditar la democracia estadounidense ante los ojos del mundo. Sin embargo, las campañas han evolucionado, adaptándose a un panorama mediático cambiante y a la proliferación de nuevas herramientas que hacen que sea fácil engañar a audiencias crédulas.

He aquí las formas en que ha evolucionado la desinformación extranjera:

Ahora, la desinformación está básicamente en todas partes

Rusia fue el principal artífice de la desinformación relacionada con las elecciones estadounidenses de 2016, y sus mensajes se difundieron principalmente en Facebook.

Las auroras boreales pintan los cielos nocturnos alrededor del mundo

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Los cielos nocturnos se iluminaron el jueves con la brillante paleta de las auroras boreales.

Por encima de los tejados de Brooklyn y a lo largo de las costas de Maine, entre los árboles escoceses y entre los monumentos de arte rusos, los ojos humanos se dirigieron al cielo, sorprendidos de encontrar coloridas bandas de química danzando en la oscuridad. Las previsiones de los observadores meteorológicos espaciales de Estados Unidos sugerían que el espectáculo podría verse tan al sur como Alabama. Es posible que se prolongue hasta la noche del viernes en los estados más al norte, más cerca de su hábitat habitual, y se espera cierta visibilidad desde la parte baja del medio oeste hasta Oregón.

Estas luces comenzaron con explosiones gigantes en la superficie del sol, conocidas como eyecciones de masa coronal, que envían corrientes de partículas energéticas al espacio. Cuando estas partículas cruzan la órbita de la Tierra, crean una perturbación en el campo magnético de nuestro planeta, lo que se conoce como tormenta geomagnética.

Cuando la tormenta es lo suficientemente fuerte, el espectáculo de luces al que llamamos aurora boreal y que suele ser más visible cerca del Polo Norte aparece más cerca del Ecuador de lo habitual. Las luces iluminan las oscuras profundidades de la noche con tonos neón de verde, morado y rosa.

La actividad del sol sube y baja en un ciclo de 11 años, y ahora mismo se está acercando a un máximo solar. El estallido solar que causó las luces del jueves por la noche fue el resultado de una eyección de masa coronal el martes por la noche que alcanzó la atmósfera de la Tierra el jueves por la noche, viajando a una velocidad de 2,4 millones de kilómetros por hora.

Para estos estadounidenses, México también es su país

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Oyendo los gritos lejanos de los agentes de la Patrulla Fronteriza y un helicóptero que zumbaba sobre las colinas de la frontera entre Tijuana y San Diego, una mujer se escondió con sus cuatro hijos al amparo de la oscuridad. Los agentes amenazaban con poner fin a un viaje de ida de México a Estados Unidos, con detención y deportación.

Unos 37 años después, Leonor Dávila, ciudadana estadounidense, dice estar agradecida por la vida que ha construido para su familia en Chicago. Está muy lejos de los desolados ranchos donde creció en el estado mexicano de Zacatecas, donde las oportunidades eran tan escasas como las viejas estructuras de adobe que salpicaban el campo.

Por eso le sorprendió hace tres años que su hija, Jenny Aguayo-Frausto, nacida en Estados Unidos, le dijera que ella y su marido se estaban preparando para mudarse y labrarse un futuro en México. Para Dávila, la decisión fue tanto desconcertante como irónica.

“Digo yo, tanta gente que quisiera venir para acá, para Estados Unidos, y ellos que no quieren estar ya acá”, dijo Dávila, de 64 años.

Aguayo-Frausto, de 30 años, y su marido, Kevin Frausto, de 36, forman parte de un contingente de estadounidenses de ascendencia mexicana que se están convirtiendo en ciudadanos de ambos países, formalizando su identidad mexicano-estadounidense unos 26 años después de que México empezara a reconocer la doble nacionalidad.